10 de desembre 2010

El sujeto del azar










El matemático Joseph Bertrand pudo escribir: "Una moneda no tiene conciencia ni memoria". Sin embargo, parece que se las atribuimos inevitablemente, por ejemplo después de haber salido "cara" cinco veces seguidas en lo que concebimos como tiradas al azar. La probabilidad de que salga cara o cruz sigue siendo la misma en cada tirada. A pesar de ello, el jugador cree que la moneda le "debe" ya una cruz, y puede perder su fortuna en esta creencia.


Sólo en la espera - fenómeno plenamente subjetivo - producida en una secuencia de tiradas tiene sentido hablar de probabilidad. Del mismo modo, sólo al efectuar una medida la realidad se convierte en probabilística.

El problema de las leyes del azar y sus probabilidades es, pues, enteramente subjetivo: ¿Por qué esperar a cinco "caras" para reclamar mi "cruz", y no cien, o mil, o incluso sólo una...?


En buena lógica, no hay absolutamente nada sospechoso en el hecho de que salga cara 100 veces seguidas. Todo un estudio como el excelente "El Azar" de Émile Borel (La Pléyade, 1974) está hecho para mostrarnos eso y para denunciar la "creencia antropomórfica" que supone esa "sospecha", en nada distinta a la superstición o a las "sincronicidades" que interesaron a Carl Gustav Jung y al físico Wolfgang Pauli. Simplemente, son hechos sucesivos pero independientes.


Sólo introduciendo el "sujeto de una espera" podemos empezar a hablar de probabilidad en una secuencia de hechos independientes. Es lo que la noción de "esperanza matemática", - criticada por Borel por esa misma razón como un puro eufemismo -, intenta aislar.


Pero con la introducción de ese sujeto de la espera, ¡es todo un mundo simbólico de determinaciones el que se nos ha colado en el interior del estudio objetivo de las leyes del azar y de las probabilidades!


Hay una excelente obra de teatro de Tom Stoppard (versionada en una no menos excelente película) titulada "Rosencrantz and Guildenstern are dead". Empieza con una impagable escena en la que los dos personajes juegan a cara y cruz. Han lanzado 90 monedas, todas han salido cara, una vez tras otra, y han ido a parar al bolsillo de Rosencrantz que sigue apostando cara.


La escena, por absurda que parezca, muestra que suponer que las monedas están trucadas es tan supersticioso como creer que saldrá cruz en la siguiente.


Puede verse la escena en este enlace.


Imposible entender la extrañeza, casi siniestra en lo cómico, que produce dicha escena sin introducir en su estudio objetivo, así como en el propio estudio de la estadística, lo que hemos llamado provisionalmente "sujeto de la espera".


Es lo que la lectura del libro de Émile Borel nos sugiere también. Aquí va una de sus observaciones, aparentemente inocua:


"Es sobre lo que 'yo sé', y no sobre mi ignorancia, que basaré la afirmación de que la probabilidad para que la carta elegida sea el siete de pique es precisamente 1/32, si el mazo es de 32 cartas". ("El azar", La Pléyade, p. 34)


Borel toma aquí el problema a la inversa de lo habitual, no a partir de lo que 'yo ignoro' sino a partir de lo que 'yo sé', para mostrar que ese saber previo es determinante en el juego. La afirmación - ampliamente sostenida - de que el azar es el nombre dado a nuestra ignorancia resulta entonces impropia, si no absolutamente fuera de lugar.


Es fundamental, por ejemplo, 'saber' de antemano la diferencia entre Cara y Cruz, para que el juego de Cara o Cruz tenga el más mínimo sentido para alguien. Puede parecer una obviedad pero las consecuencias de la observación de Borel son mucho mayores de lo que parece a simple vista. Como buen matemático, estudiará las 'leyes del azar'; como buen pensador, conducirá el problema del azar y de la probabilidad a un problema totalmente anclado en el lenguaje con el que interpretamos lo real.


Se trata aquí de la mínima oposición entre dos términos, dos significantes diremos: Cara - Cruz. Es sólo a partir de esta oposición significante que el sujeto - el sujeto de la espera, de la "esperanza matemática", del deseo también - hace su entrada en el juego de manera irreversible para no poder ya salir de él.


Y no habrá modo de quitárselo de encima con exorcismo alguno de "objetividad" a lo largo del juego en el que es la combinatoria de los significantes, ordenados en la serie de acontecimientos de que se trate, la que determina a ese sujeto, sin que él lo sepa en realidad. Tenemos, pues, de nuevo al sujeto reentrando en el cajón de nuestra supuesta objetividad, y determinado (sobredeterminado, para ser más precisos) por una mínima estructura de lenguaje.


"Sin que él lo sepa", hemos escrito. En este punto, la hipótesis del inconsciente me parece muy bien fundada. Podríamos tomar, en lugar de "Cara" y "Cruz", cualquiera de los significantes en juego en una formación del inconsciente (sueño, lapsus, síntoma, acto fallido, "sincronicidad" incluida) para seguir la misma lógica. Es lo que el propio S. Freud hizo en cada caso, especialmente en su "Psicopatología de la vida cotidiana", para situar al sujeto del inconsciente.


Corolario: es sólo este "sujeto de la espera" el que nos permite 'creer' en el azar y en las probabilidades. También en el propio inconsciente.


03 de desembre 2010

El inconsciente de la ciencia










Mathematics is not real, but it 'feels' real. Where is this place?
Esta enigmática frase es de Richard Feynman, uno de los físicos más notables del siglo XX, Premio Nobel en 1965. No sé muy bien cómo traducir el feeling de su frase para que no quede como algo demasiado "sensible": "Las Matemáticas no son algo real, pero 'parecen' algo real. ¿Dónde está ese lugar?"
¿A qué lugar se refiere la pregunta de Feynman? No creo que pudiera ser tildado de alguien trascendentalista o esotérico. Pero está claro que no pensaba en lo real observable empíricamente desde una perspectiva positivista. ¿Hay otro real?
Arriesguemos una hipótesis: ese lugar es el lugar del símbolo en el lenguaje. Vayamos más lejos y digamos: es el inconsciente real.
El inconsciente, ¿un lugar? Estos días en los que se ha anunciado la triste clausura del lugar llamado Chillida-Leku - buen lugar para preguntarse por esa clase de "lugar" - podemos citar a quien lo abrió: "Ocupar un lugar y no tener medida: ¿no será esto el espacio?" (Eduardo Chillida)

¿Espacio o lugar vacío?
Una vez ahí, y siguiendo la propia exploración del artista, podemos muy bien preguntarnos: ¿se trata de un espacio o de un lugar vacío? Aparece en este punto un pequeño "gran problema". Para la Física actual - que me corrijan los especialistas - parece que el vacío está lleno, muy lleno de otras cosas: sede frenética de rapidísimos procesos cuánticos... superposición de infinitas vibraciones... Lo real, inesperadamente, sigue manifestando un horror vacui radical.
¿Será entonces el vacío sólo una ficción, una ficción necesaria sin embargo, una ficción generada por el lenguaje para hacernos representable un lugar y habitable lo real del espacio, del espacio que llamamos real?
Evoquemos aquí la imagen de aquel niño autista recorriendo frenético el perímetro, imposible de construir en su repetido deambular, del patio de la escuela. Es un patio demasiado lleno, sin posible lugar vacío donde estar, un patio donde juegan unos seres inexistentes para él. No, no quiere salir del patio saltando su valla, sólo intenta inscribir algún lugar en su espacio real, demasiado real e imposible de vivir.
Esta ficción del lenguaje ¿no sería finalmente la condición de existencia de "ese lugar" feynmaniano donde habitan las matemáticas y donde se hace posible la propia ciencia?
¿No será ese, precisamente, el lugar del inconsciente en la ciencia de nuestro tiempo?
It feels real... so real, Mr. Feynman.

12 de novembre 2010

Crónica de la presentación de “Llull con Lacan”, por Beatriz de Balanzó











En su libro Amic e Amat, Ramón Llull ofrece para cada día del año una reflexión o metáfora para “empezar el día con buen pie”. El 25 de octubre toca el siguiente pensamiento:

25. - Glòria est, amat, de ma glòria; e ab ta glòria e en la glòria, dónes glòria a ma glòria, qui ha glòria de ta glòria. Per la qual tua glòria, me són glòria egualment los treballs e los llanguiments qui em vénen per honrar ta glòria ab los plaers e els pensaments qui em vénen de ta glòria.

25 de Octubre de 2010. Librería Bertrand de Barcelona. Miquel Bassols presenta su libro LLULL CON LACAN. El amor, la palabra y la letra en la psicosis a las 19:30 hs. En el enclave del actual trabajo del Seminario del Campo Freudiano: La Psicosis (el Seminario III de Lacan), este libro se inscribe como compañero de viaje para elucidar ciertos asuntos sobre el nombre.

Hace fresco otoñal pero en este oasis de libros parece no notarse tanto.

19:15hs. Entra Miquel Bassols i Puig, baja la rampa. Los asistentes nos desplazamos entre las hojas de los libros y pasamos a una hermosa estancia acristalada con un fondo de nuevas hojas: esta vez de plantas y enredadera.

Un poco de espera, tiempo para disponerse cada cual en su silla, blancas en su mayoría, acomodadas en dos grupos, frente a la mesa de presentación, donde se sitúan, de izquierda a derecha, según los vemos, Juan Ramon Lairisa (psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, director de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona, que preside el acto y hace las presentaciones oportunas), José Enrique Ruiz-Domènec (Doctor por la UAB, Catedrático de Historia Medieval, Director del Institut d’Estudis Medievals, editor de la revista Medievalia, miembro de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona y de la Real Academia de Doctores de Cataluña), Miquel Bassols (psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de l’École de la Cause Freudienne, Coordinador y Docente de la Sección Clínica de Barcelona (Institut du Champ Freudien), Doctorado por el Département de Psychanalyse de Paris VIII, autor del libro Llull con Lacan), Antoni Vicens (psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Docente de la Sección Clínica de Barcelona (Institut du Champ Freudien), Doctor en Filosofía, profesor de la UAB-.

Comentamos con una compañera de silla qué lástima que no se graben eventos como éste. Pero, curiosamente, ¿en un desafío librado a la memoria?, ninguna de las dos llevamos cámara o grabadora.

Comienza la presentación, con una atenta mención para parte de Juan Ramón Lairisa a los presentes y al ausente de esperada pronta presencia en la mesa, Ruiz-Domènec, y cita el último párrafo de Vicente Palomera en la presentación del libro. Acto seguido pasa la palabra a Antoni Vicens, que empieza a leer un escrito de cuya braveza y certeros apuntes, alcanzo sólo a recoger lo siguiente:

- “L’amor queda, no s’esborra, queda escrit” “amb dir-lo només, l’amor ja circula” “la paraula amor és creadora”
- “Ramon conté la paraula amor i la paraula món”
- “per Llull, la paraula conté la lletra”.
- “del poder creador de la paraula, Llull n’extreu una Art”
- “La lletra és el suport material de l’amor”

Miquel Bassols agradece a Antoni Vicens sus palabras (por su rostro lo ha estado haciendo durante la intervención, dejándose sorprender por aquél al que ha invitado a su mesa), y propone un debate en espera de Ruiz-Domènec. Dice: “la paraula dita, la que és dita, es paraula escrita”. Habla de “el déu de Ramon Llull” y dice que “és l’Amat” y que “envia lletres al subjecte Ramon Llull i li emana que interpreti la Natura a partir d’elles”. Explica que, en sus primeras lecturas Llull, le llamó la atención un significante que se repetía a lo largo de la obra: “Amat”.

Pero llega súbitamente Ruiz-Domènec y el debate es ahora quien espera ser reencontrado. Habla locuaz, rápido, divertido. No hay tiempo para el reproche por su retraso. En un gesto que la elegancia protege, Bassols ya ha recomendado su libro minutos antes. Ahora, en un gesto que enmienda el desaguisado de la demora, Ruiz- Domènec se retira del rostro un flequillo ¿involuntario? y dice que el destino no quería que hoy estuviera aquí (el avión que tenía previsto coger por la mañana se estropeó) pero el destino ha querido que estuviera aquí (viajó hasta Milán y el taxista que le condujo escuchó de su boca “hay un saber que nadie sabe que sabe”). Sobrada contradicción con la que apetece seguir escuchando. Además se ganó la escucha del público de entrada, poniéndolo suficientemente a la defensiva cuando dijo: Disculpen el retraso. En un encuentro con psicoanalistas, esto debe decir algo de mi síntoma… o algo por el estilo. Y llegó justo antes del debate. Y alabó abundantemente el libro de Bassols: “Este libro despierta. Despierta el inconsciente”

Y habló de su inconsciente, de lo peligroso que podía resultar despertarlo… “Despierta el inconsciente y la conciencia. Y además de despertar, explica. Es un libro clarividente y diáfano en su modo de explicar”… “¿Qué ocurre cuando la esfinge no lleva nada dentro?”

Algunos minutos más tarde, orientado por el mismo entusiasmo que alcanzó con sus primeras frases, continúa: “Percibo la peregrinatio como una iniciación, probablemente, a lo proceloso del lenguaje. Para ello aparecen tres figuras: Llull, Lacan, Bassols”.

Menciona la página en la que descubre a Bassols (página 33): “ahí te pillé” exclama con el brillo de un niño que encuentra al otro, que se esconde, y dice mirando a Bassols, que sonríe, “te ocultabas, te escondías”. Pero poco después, siguiendo el contundente efecto de la contradicción del inicio de su intervención, dirá que Bassols se muestra. Y otorgará a eso un mérito no siempre reconocible en los que escriben. Y concluye que “el autor (Bassols), deviene actor del drama”.

Algo más tarde continúa: “Hay un problema que flota en el libro, una ola que va y viene (y menciona el mar Mediterráneo, y a Serrat, luego me enteraré, no en balde, que ha escrito acerca de la cultura europea y la herencia mediterránea): el mundo de la metáfora, de lo proceloso, deviene en Llull una obra: El Ars Magna. Pregunta: ¿Es una impostura?”. Y sigue: “La pregunta que me hago es porqué el significante y no la historia ha de contestar esta inmensa pregunta”.

Situar el tiempo histórico de la escritura de Llull arroja alguna luz valiosa como la mención de la Teoría Apofántica sostenida estos años y fundamentada por los religiosos místicos de la época en “lo importante no es que nosotros amemos a Dios, sino que Dios nos ame”.

Esto subyace en Llull: Ser el amado del Otro (del Amat, del Dios Amat) está, según Bassols, en la línea de una erotomanía divina: “El Otro me ama, me ha escogido a mí como objeto de amor”.

Una sola corrección hace Ruiz-Domènec a Bassols apelando “el maestro (por Llull) te diría”… se trata de las mujeres. Cuando el libro habla de Llull, y de su pasión de juventud, Ruiz-Domènec propone que se trata de “las mujeres”, no de “la mujer”. Bassols puntúa que las mujeres aparecen para Llull como lugar de interlocución. “Son figuras no idealizadas al estilo del amor cortés, sino figuras completas, sublimadas.”

Es casi al final del debate, cuando Vicens retoma la palabra para hablar de la mística. No todos los místicos son psicóticos, ni todos los psicóticos son místicos, señala. Y, a propósito de los místicos, hace esta consideración: “debemos… podemos aprender de los místicos, de su relación con lo imposible”.

Broche para un encuentro en el que, sin descuido, un asistente en la sala (de cuyo nombre no disponemos), hace constar tres puntos, que ha anotado con interés y a propósito de los cuales da su parecer:

1.- En relación a “palabra dicha, palabra escrita” , dice que hubo un tiempo de tradición oral.

2.- En relación a la mención de que en época de Llull no había imprenta todavía, recuerda que existía la pluma.

3.- En relación a un comentario de Ruiz-Domènec a propósito de que quizá “cabría preguntarle a Dios, en todo caso, porqué ama al ser humano”, considera que somos criaturas divinas, a imagen y semejanza de Dios, tal y como creía Llull.

Por último, una pregunta de Vicente Palomera a Ruiz-Domènec y la respuesta, como si de abrir algunos tomos e intercalar ciertos datos muy exactos se tratara, permite deleitarnos un rato más por el archivo sonoro de la historia.

Agradecimientos y punto final al encuentro con una copa de cava para quien lo desee.

Miquel Bassols se acompaña hoy de Llull y Lacan para esta empresa, de Lairisa, Vicens, Ruiz-Domènec… y tantos otros que cita en su libro y que asistimos a la presentación y/o a la lectura de sus páginas… páginas en blanco escritas. Hojas, también. Imposible decir todo.

Disculpen que no siga la cronología, tan precisa al principio. Fue, tal vez, que sucedió algo de esto: fecha y hora en el inicio, y una gloria en el encuentro.

11 de novembre 2010

Crónica de la presentación de “Llull con Lacan”, por A. Rodríguez y C. Artiga
















El 25 de octubre, en la librería Bertrand de Barcelona y auspiciado por la Comunidad de Cataluña de la ELP se presentó el libro de Miquel Bassols, Llull con Lacan. El amor, la palabra y la letra en la psicosis (Editorial Gredos, colección “Escuela lacaniana de psicoanálisis”, Madrid, 2010).


Introdujo el acto Juan Ramón Lairisa, Director de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona. Tras hacer una breve semblanza de los participantes en la mesa -Jose Enrique Ruiz-Domènec, prestigioso medievalista de la Universidad Autónoma de Barcelona, Antoni Vicens, psicoanalista, AE miembro de la ELP, profesor de la misma universidad, y el propio autor- situó la importancia de este exhaustivo trabajo, inicialmente presentado como tesis doctoral en el Departamento de psicoanálisis de la Universidad de París VIII, bajo la dirección de Jacques-Alain Miller.

Como señaló Lairisa, Miquel Bassols muestra en su tesis la virulencia del logos sobre el gran creador del catalán literario que fue Ramon Llull (1235-1315) poniendo de manifiesto los efectos parasitarios del lenguaje sobre el ser viviente. En intrincado paralelo con el caso Schreber freudiano, que retoma Lacan, la desbordante escritura luliana muestra al lector la estrecha relación entre la estructura del lenguaje y el goce en el cuerpo.

De ello, la intervención de Antoni Vicens fue una preciosa muestra que hacía audible el poder creador de la palabra, su potencial generador de la cosa misma. Si esa palabra es palabra de amor, hace surgir algo nuevo. El parlêtre, enzarzado en esas redes, se encuentra con que, una vez dicha esa palabra de amor, algo de sus efectos ya circula, genera un mundo, queda escrito. En su Libre de Meravellas Ramon Amat (ése es su nombre, su patronímico, el Nombre del Padre que retorna en lo real de su obra) sostiene que Dios creó el mundo por amor. En su apasionada búsqueda de la verdad, este sorprendente mallorquín medieval, paradójico heterodoxo del Uno, va de la duda a la increencia (Unglaube) para extraer finalmente un pedazo de certeza. Su escritura, una suerte de mística de la distancia, interesa a ese pescador de palabras que es el analista.

En su intervención, M. Bassols explica cómo, en efecto, ha querido extraer una enseñanza clínica de la lectura del texto luliano, de su cruzada intelectual contra el averroismo y su doctrina de la doble verdad. Sumergiéndose en su obra, la logificación total del intelecto que supone, Bassols advierte que el autor evita así toda tentación de diseminación: mártir del Uno que busca la integración total en una unidad superior, un lenguaje universal que hiciese callar toda disensión, que convirtiese el mundo en el Uno mudo, capaz de silenciar incluso la palabra. Laico medieval que en la Iberia de las tres culturas busca convencer a cristianos, islámicos y judíos de su “creencia” decidida a unificar las tres religiones en un solo sistema de pensamiento. Llull funda esa certeza en la Revelación. Y es ahí donde el analista localiza en la relación del sujeto con la Revelación un rasgo de estructura que, a modo de jerogífico, va repitiéndose en el texto. Certeza que surge cuando el sujeto intenta comprender el sentido enigmático de su propia relación con su Otro más íntimo al que designa con el nombre del Amado (Amat).

¿En qué saber textual -inconsciente- se sostiene?, se pregunta Bassols. Y destaca un dato de archivo que resultó clave para la formulación de su hipótesis central que lecturas anteriores no supieron “pescar”: en efecto, el verdadero apellido de Ramon Llull, es Amat. El padre había sustituido su patronímico por el apodo ‘Llull’, conservándolo como el apellido familiar. Así, encontramos que su verdadero apellido —Amat— es el vocablo, la cifra o letra que en sus textos designa el nombre de los nombres de su Dios: Amat, es decir, Amado.


Como señala Bassols, y también Antoni Vicens, todo el sistema del Ars luliano gira alrededor de la A mayúscula de este Amado que viene a ser el verdadero y único interlocutor de su diálogo. Todas las significaciones de su mundo remiten a la huella dejada por la A de este Amado que viene al lugar del punto de basta que falta en las significaciones huidizas de su realidad. Bassols propone dar todo su peso a la materialidad del texto luliano, que hace de la letra soporte del discurso en la lógica del inconsciente. Tomado a la letra el texto del filósofo y místico ecuménico se convierte en sujeto-supuesto-saber sobre lo real de la lengua, que da soporte a la lógica de la relación del sujeto con su Otro inconsciente: relación marcada en Llull por la Revelación divina del Ars que funda su sistema y sus significaciones.

El Amado (Amat), en su alteridad irreductible, vendrá así a ocupar el lugar del Otro de la palabra y del Uno del goce. Otro que interpela al sujeto en tres órdenes: en los signos de amor que, en forma erotomaníaca, sustentan la relación con el goce del Otro. Llull designa esa lógica del signo con el neologismo Amancia. En el orden de su experiencia de la palabra es el término, neológico también, de Affatus el que nos remite a la aparición del significante en lo real. Está, además, el famoso sistema de su Ars; ahí es la letra la que cifra el goce del Otro; la letra (lettre) como escritura del ser (l’être), como soporte material del amor. En el Ars luliano existe la posibilidad de transformar las cosas como si fueran nombres. La letra pasa así a ser el único objeto de amor verdadero. La letra, en sí misma, crea el mundo. Tres órdenes que Bassols lee como el anudamiento que en su cuarto elemento, en el hacerse un nombre, Amat, constituyen para el sujeto Llull el sinthoma lacaniano. Tirar de ese complejo ovillo abre espacios inéditos de la experiencia del sujeto psicótico que Bassols explora en el libro.

José Enrique Ruiz-Domènec, en su intervención, manifestó su sorpresa y satisfacción con este estudio que calificó como “un libro que despierta la conciencia en una época en que la conciencia está de siesta”. Libro que lleva el pensar al límite sin dejar de explicar, por una vía que asoció a la de la metafísica y que se vale de atinadas referencias. Ruiz-Domènec describe su lectura del texto como una peregrinación a través de lo proceloso del lenguaje, acompañado por tres autores: Llull, Lacan y Bassols. Describió el libro como laberíntico en el planteamiento, pero que abre respuestas según avanzamos en su lectura. Señala el problema que recorre todo el libro: “El mundo de la metáfora deviene en Llull un Ars Magna y se pregunta ¿es una impostura? Ofreció interesantes apuntes del particular contexto histórico preguntándose ¿Por qué el significante y no la historia para resolver esta pregunta? Bassols nos aclara: “Es el inconsciente del sujeto, y no el analista, quien es la interpretación. Por consiguiente, el inconsciente del sujeto Llull –el inconsciente y no su biografía–, será la mejor interpretación de la obra.” Y es por ello que nos propone un “Llull a la letra”. El criterio de verdad es la ley interna de su discurso.

Amalia Rodríguez y Cristina Artiga

Sobre "Llull con Lacan", per Antoni Vicens



Publico aquí, amb la seva autorització, el text que Antoni Vicens va llegir en ocasió de la presentació del llibre "Llull con Lacan". Li agraeixo molt especialment la seva lectura, tant la del llibre com la del seu text. (M. B.)

Suposem que plou. Aleshores dic “bon dia”, i ve’t aquí que para de ploure. Suposem que dic “arbre”, i que va i ens trobem en un bosc. Suposem que estàs plorant. Te m’acosto i et dic “no ploris”. Pot ser que això et faci plorar encara més; o també que paris de plorar. O que fugis. O que m’abracis. O que em diguis “No entens res.” Ara posem que vaig i et dic “t’estimo”. Aleshores, tu que m’escoltes, quedes enxarpat en les xarxes de la paraula. Pots respondre amb un “sí”, amb un “no”, amb un “no m’ho esperava”, amb un “deixa’m en pau”. Però l’amor ja s’ha creat, amb només dir-lo, i no s’esborra: queda escrit. Tot el que vingui després es conseqüència d’aquesta llavor.
En general, la paraula, la paraula dita, fa sortir, a més del mot, la cosa. Cap resposta no en té prou amb la paraula sola. Ara, quan es tracta de l’amor, sembla que podem mantenir-nos en el cèrcol de la paraula. Amb dir-lo només, l’amor ja circula, i ningú no sap on anirà a raure. La paraula d’amor és creadora. La diem, i surgeix el que abans no existia. Del que s’hi crea, en podem dir una “cosa”? No ho admetrem. L’amor no és una cosa. Ara: potser és un món.
Ramon és una paraula que conté amor i món (com va fer veure Joaquim Xirau). Ramon Amat, més conegut com Ramon Llull, va posar la lletra al servei d’aquesta capacitat creativa de la paraula “amor”. Pel que sembla, el seu ús de la lletra no té res a veure amb la càbala jueva. Però potser ho té tot a veure amb roda de la impremta, no nascuda encara. Però això és una elucubració. Potser es tracta de la roda de la natura, no la de les estacions, sinó la de la llavor, el fruit i la planta florida. Tal com ho llegim en el Llibre de meravelles [XXX], en veure un arbre que representava “per manera de creador i de creatura”, Fèlix s’exclama: “¿Com pot ésser que de tan poca cosa com és lo gra d’on fou engendrat l’arbre, pot eixir tan gran arbre com és aquest?” Per a Llull, la paraula conté la lletra, la qual és una llavor, que creix fins a fer l’arbre del món.
Ramon Llull troba la creació en la paraula d’amor. L’exercici de l’amic en la llunyania de l’amat és el de trobar el moment mateix en que Déu va crear el món. Del poder creador de la paraula, Llull n’extreu una Art – una Gran Art – gran perquè la creació és gran. El psicoanalista pot aprendre alguna cosa d’aquesta distància mística creada, pel mot d’amor, entre l’amic i l’amat. Aquesta distància és precisament l’espai on tot circula: la vida i la mort, l’amor i l’odi, el saber i la ignorància.
El psicoanalista no és llu·lià, perquè en aquest món hi deixa estar sempre la dimensió de l’inesperat. L’art del psicoanalista és més aviat un art de pescar – un ormeig, com la nansa de la qual parlava Lacan: que captura només allò que ja és dins.
L’Ars magna de Llull no és de pesca, sinó de creació. Si combines lletres, si les lletres són d’amor, en surt un món. I, alhora, si llegeixes el món, hi trobes les lletres que l’han creat.
Miquel Bassols ha escrit sobre tot això. En el seu llibre ens situa en l’Europa del segle XIII, una Europa que es buscava en les formes de la seva universalitat. El cristianisme s’hi erigia com l’U de l’imperi – amb la condició de segregar els altres que eren l’islam i el judaisme. A fi de sostenir el poder absolut de les noves monarquies, la mesquita i la sinagoga, la madrassa i la ieixivà, havien de deixar pas a les majestuoses catedrals gòtiques i als grans monestirs. Alhora, les croades projectaven aquesta unitat més enllà de les fronteres per a les quals la Tomba Buida, que era a Terra Santa, era una incompletesa fonamental. Els traductors donaven a conèixer el gran pensador de l’U, Aristòtil. Però, amb les traduccions, va entrar també la llavor de l’averroisme. Va començar aleshores una croada intel·lectual contra la doctrina de la doble veritat. L’escolàstica va trobar el seu lloc natural a la Universitat naixent. La monumental Summa de Sant Tomàs era en efecte el carro de combat, la demostració de l’U de l’intel·lecte contra Averroistas i la demostració de l’U contra Gentiles.
Ramon Llull buscaba també el seu U, feia la seva croada, amb un intent de logificació total de l’intel·lecte per la via de la lletra pura. La seva certesa, distingidament delirant, el va portar a construir un model extraordinari de lògica ultrarealista, creacionista, en la qual l’intel·lecte evitaria tota temptació de disseminació. Aquesta lògica era possible per allò que la mística deu a la lletra en l’absència de l’Altre. Ara, a diferència d’altres intents imperials, Llull buscava, en el món dividit per la corrupció humana, no pas la segregació de l’Altre, sinó la integració total en una unitat superior.
Llull va rebutjar la via de l’odi: aquella que fa l’altre culpable de la seva increença i, per tant, mereixedor de càstig. La lògica lul·liana posa, com la de sant Tomàs, l’U contra l’Altre. Però el que vol és portar la seva veritat – la Veritat – al camp de l’Altre, i fer-ho ell mateix, en carn i ossos. L’efecte va ser de trobar-se ell mateix en el lloc del segregat, castigat, màrtir de l’U de la seva pròpia certesa. I reservar per a l’altre els fruits de l’amor. Tal com ho conta el llibre de Miquel Bassols, Ramon Llull paga amb el seu cos, elevat a la condició de símptoma, la seva passió lògica. Ramon Llull no sabia com integrar l’U sense convèncer l’Altre. I, per a fer-ho, li calia disposar d’un llenguatge universal que fes callar tota objecció.
Freud proposà que l’únic llenguatge universal és el silenci de la pulsió. Jacques-Alain Miller assenyalava, en la discussió d’aquesta tesi, que no sabem què és el silenci, com no sigui l’absència de paraula. El problema de Ramon Llull era doncs que, quan reeixia a fer callar l’Altre, aquest Altre desapareixia. I es quedava sol amb la seva veu. La seva capacitat mística li permetia de continuar endavant, tot i no tenir discurs a la seva disposició. És aquesta, l’art del místic: viure en l’impossible.
Llull podia, sí, reduïr el món a un U mut. Era un U de l’amor místic. Però amb això no en tenia prou, i amb la lletra volia fer callar encara la paraula. Amb aquest esforç, va portar, més que ningú, el valor que cal donar a la lletra. Miquel Bassols pren les coses per aquí. La lletra és suport material de l’amor. El fet que les paraules, en la seva aparició, signifiquen, s’explicava per la subtil teoria de l’affatus, el poder creador del llenguatge. I, en tercer lloc, l’Art ensenyava la possibilitat de transformar les coses com si fossin mots.
Al capdavall, com sabem, va ser la via de l’averroisme la que va triomfar, i va resultar el vehicle de la ciència. Nosaltres sabem el poder del nominalisme, però també l’exclusió de la lletra per a cap ús que no fos el de la lògica i la matemàtica. Per això mereix la pena llegir el llibre de Miquel Bassols – per recordar-nos que, sobre l’ús i el poder de la lletra encara no hem dit la darrera paraula – i que el silenci que l’acompanya no ens ha d’enganyar sobre la seva funció de discurs. També la lletra pot dir-nos de quina manera entre l’Amic i l’Amat hi ha el mur de l’impossible. Potser és que la lletra és l’únic objecte de l’amor vertader.
Antoni Vicens
25.10.2010

09 de novembre 2010

Sobre "memes" y navajas










El debate entre psicoanálisis y ciencia tiene a veces curiosos episodios.

Transcribo aquí un divertido intercambio de mensajes que mantengo con un erudito contertulio, que suele mostrarse irónico y reacio a la lectura de Lacan y el psicoanálisis, en un Blog de debate sobre divulgación científica[1].

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Estimado Miquel : hace unos días me encontré en la Wiki un resumen del libro “Bestiario lacaniano” de Erminia Macola y Adone Brandalise. Al día siguiente coincidió que en una cena con unos amigos uno de ellos pidió navajas como entrante. De súbito vino a mi mente algún párrafo dedicado por Lacan a este molusco bivalvo marino, “Ensis arcuatus”. 
Copio literalmente : “La representación sartriana, advierte Lacan, remite al tema freudiano del anhelado hundimiento de todo el cuerpo en el seno de la tierra madre, retorno al seno materno y fantasma de impotencia por consiguiente. Las lenguas, que salen de sus valvas [de las navajas] de modo perentorio e inane, asemejan para Lacan a las que Sartre acoge en las páginas de “La náusea”, donde vemos “tales lenguas precipitarse bruscamente desde una muralla o desde otra superficie, inscribiéndose así en la temática del rechazo de la imagen del mundo en una insondable facticidad”. El falo, pues, hipérbole del pene erecto, en realidad es significante de su falta, es juntura con lo simbólico precisamente porque la imagen de la parte que falta pasa a representar el enigma del deseo” [ ... ]. 
Inevitablemente, estimado Miquel, imaginé la lengua de las navajas cual penes erectos (bueno, más bien flácidos) que no invitaban, precisamente, a su degustación. Mataron mi deseo gastronómico tan vinculado con el erótico. Hay que aclarar, no obstante, que la fecundación en la especie “Ensis arcuatus” es extracorpórea : no hay penetración. ¿Conocería Lacan esta circunstancia al objeto de retirar de su “Bestiario” a la “in-significante” navaja? 
Por supuesto no descubrí a mis compañerxs de mesa el motivo de mi rechazo al consumo del molusco; compensé mi frustración (¿fálica?) con unas nécoras deliciosas [su fecundación es por cópula].

PS : Confieso, sin embargo, que también degusté percebes … ¡que tienen el pene más largo en relación a su tamaño!

Saludos,

GG

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Estimado GG,


Es increíble el efecto que puede llegar a producirte la lectura de un pequeño párrafo de Lacan. ¡Imagina lo que podría ocurrirte con TODO un texto! ¿Una anorexia galopante? ¿Alternada con una feroz bulimia selectiva a los percebes? (Sin duda, la clínica de los trastornos de la alimentación le debe bastante a las imágenes del falo y a sus efectos displacenteros desplazados a la oralidad).


Pero no, veo que a pequeñas dosis la cosa funciona mucho mejor… Desestimo, pues, por el momento la lectura compartida de ese texto tan largo como intrincado que mencionaba más arriba[2]. (Todo se andará…)


¿Qué es lo que ocurrió? En realidad, no te comiste las navajas, dejaste para tu buen amigo los dudosos deleites gastro-eróticos vinculados a ese molusco bivalvo que parece condensar en un mismo ser lo masculino y lo femenino. Y optaste por las más ortodoxas nécoras (ortodoxas en cuanto al modo de fecundación que evocas). Te privaste así del goce de la degustación del plato de tu amigo. Pero te quedaste a la vez enganchado a ese pequeño párrafo de Lacan que ocupó tu mente un cierto rato de la agradable cena… para suponerle no sabemos todavía qué extraño saber sobre el sexo… La pulsión oral viró así hacia la “episteme”. A eso, estimado GG, lo llaman transferencia :-). Algún clásico, tal vez no sin razón, hablaría incluso de sublimación.

¡Sostengo que ninguna noción de “meme" [3] podría explicarnos tan extraño y paradójico fenómeno! Y que sólo un análisis de los significantes en juego – tan desligados en primera instancia del significado como fue formalizado por Lacan – podría orientarnos en él.

Por cierto, Erminia Macola, la coautora que citas, es una muy buena amiga mía, psicoanalista italiana en la maravillosa ciudad de Padova y una excelente conocedora de la literatura española. Tiene un excelente libro sobre nuestro siempre aconsejable Baltasar Gracián. Hemos compartido en un agradable restaurante padovés unos buenos tortelli de calabaza entre conferencias y seminarios. Por otra parte, en la misma colección de su libro, -Miguel Gómez editor-, está a punto de publicarse un libro de un paisano tuyo, un buen bioquímico llamado Javier Peteiro con quien tengo un muy fructífero intercambio de ideas. El libro se titula “El autoritarismo científico” y, por lo que he podido leer, promete ser muy “suculento”.

Un muy cordial saludo,

Miquel


[1] Puede seguirse en su contexto en http://blogs.publico.es/ciencias/general/1017/memes-y-memeces

[2] Se trataba del texto de Jacques Lacan de 1972, “L’étourdit”, cuya lectura y desciframiento había aconsejado unos posts más arriba.

[3] El marco del debate se daba, en efecto, entorno a la frágil noción de “meme” de R. Dawkins.