10 de febrer 2013

Eugenio Trías, un habitante del límite

Miquel Bassols, Eugenio Trías, Myriam Chang e Ivan Ruiz, 
en la Bibliotca del Campo Freudiano de Barcelona el 13/07/2011














Eugenio Trías nunca creyó que las palabras “vehicularan” ideas. Las palabras son las ideas mismas, tal como él defendía en La Dispersión, una de sus más tempranas obras que me acompañó de modo también muy temprano. Y si las palabras son las ideas mismas, entonces hay que atreverse a llevarlas al límite y reconocer allí, en una “razón fronteriza“, que somos ese límite mismo. Una experiencia subjetiva de este orden pone en primer plano la relación del sujeto con el lenguaje, con la letra y con el goce pulsional rodeado por ella. De ahí que Eugenio Trías derivara de esta experiencia una posición ética que lo acercó de diversas  maneras al psicoanálisis de orientación lacaniana, del que fue siempre amigo. Su obra está impregnada por este límite de la experiencia que es el psicoanálisis, así como lo fue también para él en su vida. Siempre evocaba su experiencia analítica con el mayor respeto e interés, tal como evocaba la enseñanza de Jacques Lacan.

Cuando tuvimos el honor y el placer de encontrarnos con él en la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona, el 13 de Julio de 2011, para escucharlo y conversar a propósito de sus dos impresionantes volúmenes de la serie “Argumentos musicales“, muchos colegas de la Escuela no sabían que Eugenio Trías fue en 1977 uno de los socios fundadores de la entonces llamada Biblioteca Freudiana de Barcelona, institución fundada por Oscar Masotta y que fue una de las bases del movimiento lacaniano en nuestro país. Puedo recordar con especial claridad las intervenciones que Eugenio Trías realizó en aquel marco y que tenían la fuerza de un discurso que se arriesgaba siempre a rodear lo no sabido para provocar en el auditorio un deseo de saber. Fue así de nuevo en el encuentro que mantuvimos recientemente en la Biblioteca, en el que nos acompañó por los caminos más preciosos de una de sus mayores pasiones, la música. De hecho, invitando a Eugenio Trías a la Biblioteca, lo estábamos invitando también a su propia casa y así creo que se lo hicimos sentir.

Varias contingencias me han hecho encontrar por distintos caminos con los textos y con la experiencia de formación que Eugenio Trías ha hecho presente en este país. En el momento en que acaba de atravesar el último velo de su encuentro con lo real de la muerte, vayan sus propias palabras para devolvernos así algo de lo que cada uno de nosotros es ante ese real: “un habitante del límite que tiene en éste el santo y seña de su propia identidad”.



05 de febrer 2013

El sujeto, "una muestra comparable a nada"


















Respuesta a la Sección de Córdoba de la Escuela de Orientación Lacaniana, en la preparación de su X Seminario Internacional.


- En la época del avance tecnológico y científico, donde las neurociencias y su afán evaluador del sujeto se hacen eco de este régimen no-todo que favorece el "todos iguales", ¿cómo se introduce la diferencia?

La pregunta apunta a una interesante paradoja a partir de la cual el psicoanálisis puede obtener su nuevo lugar en el siglo XXI: cuanto más progresa la ciencia en su tarea de medir, de cuantificar lo real, para encontrar equivalencias, representaciones homogéneas y generalizables, más retorna por otra parte la diferencia y lo no medible, lo singular y lo irreductible a toda representación significante. 

Daré un breve ejemplo que podemos encontrar en el propio campo de la ciencia, esta vez de un eminente neurocientífico, Gerald Edelman. En su libro escrito en colaboración con el psiquiatra Giulio Tononi, "A Universe of Counsciousness", después de intentar localizar de un modo generalizable las bases neuronales de la llamada "conciencia" —ese fantasma tan escurridizo— termina por escribir: 

"Hay un punto fascinante aquí y ahora que atañe a la exhaustividad del empeño científico: la cuestión de si todas las relaciones con significado al nivel de la conciencia constituyen objetos de estudio científico. Pensemos, por ejemplo, en las oraciones con significado del lenguaje normal o, mejor aún, en las manifestaciones poéticas representadas por humanos conscientes y sintientes. Nuestra conjetura es que no son objetos adecuados para el estudio científico salvo en un sentido trivial. Su significado y descripción descansan en un gran número de pautas históricas únicas: en multitud de referencias ambiguas; y, en el caso de una declamación poética única (véase la figura 17.2), en una muestra comparable a nada." (El universo de la conciencia. Cómo la materia se convierte en imaginación,  Ed. Crítica, Barcelona 2002, p. 132.

Después de un largo, minucioso y riguroso estudio del epifenómeno de la conciencia desde la perspectiva de las neurociencias, lo mejor que puede decirse está en este párrafo: el sujeto, el ser que habla, es finalmente "una muestra comparable a nada", es la diferencia por excelencia, la singularidad llevada hasta el extremo de aquello que no puede ser aprehendido por el método científico actual, entendido desde la perspectiva de la mensurabilidad y la equivalencia simbólica. Hay, en efecto, diversas respuestas de lo real que la ciencia de este siglo está encontrando como límite, interior y exterior a la vez, de su campo. La "conciencia" es el falso nombre que toma en ella el sujeto de la ciencia, el sujeto del significante y del goce. Pero también el lenguaje mismo, como estructura simbólica irreductible a cualquier base neuronal o genética, es el índice de una respuesta de lo real que reintroduce la diferencia absoluta en cada ser que habla. 

Digamos además que la noción misma de "vida", del Bios que está en la base de la biología y de la genética como ciencias clave de este siglo, sigue siendo la mejor respuesta de lo real que escapa todavía a su aprehensión científica. Desde el famoso texto de 1948 de Erwin Schrödinger, "¿Qué es la vida?", el Bios sigue sin poder escribirse en términos matemáticos o formalizables, sigue sin poder ser representado por el concepto. De hecho, hay que subrayar que lo que la genética intenta atrapar con la noción de gen es, en sí mismo, materia muerta. Nadie sabe hoy qué hace específica la vida. 

Por nuestra parte, el psicoanálisis encuentra lo viviente en la dimensión del goce, en el ser que habla y que por ello está habitado por la pulsión. Es en esta dimensión y en la experiencia irreductible del goce que incluye el síntoma, donde localizamos lo más vivo, lo más singular del ser que habla. Y es en la elaboración de este síntoma como "sinthome", a lo largo de la experiencia de un análisis tal como la elaboró la enseñanza de Jacques Lacan, donde localizamos aquello que hace más singular a cada sujeto y que los aparatos tecnocientíficos no cesan de dejar escapar.

Ahí es donde retorna, cada vez de nuevo, la diferencia en el interior del sujeto de la ciencia de nuestro tiempo.