28 de febrer 2015

El psicoanálisis y la subjetividad de la época










Preguntas a Miquel Bassols, presidente de la AMP, para Lacan Digital, realizadas por Zully Flonenbaum (Israel).
Zully Flonenbaum. ¿Qué incidencia puede tener el psicoanálisis en los ámbitos políticos y sociales? ¿Cuál sería la brújula del psicoanálisis en caso de plantearse tal incidencia?
Miquel Bassols. Desde sus orígenes el psicoanálisis ha tenido incidencia en el campo social bajo distintas perspectivas, no sólo en lo que se refiere a la acción terapéutica y a las redes de salud, sino que ha tenido también una incidencia en el ámbito social y cultural. Esto, sin duda, nos retrotrae a Freud, nos induce a pensar en Lacan y en mayo del 68, que fue otro gran momento en el que se notó esta incidencia. También nos hace pensar, en un momento mucho más reciente, en la acción llevada a cabo por Jacques-Alain Miller en distintos frentes, ya sea a propósito de la liberación de la psicoanalista iraní Mitra Kadivar o de la legislación sobre el matrimonio homosexual en Francia.
ZF. ¿Pero no está usted refiriéndose a los grandes maestros del Psicoanálisis?
MB. ¡No se reduce sólo a ellos, en efecto! Pero estamos de acuerdo en afirmar que son momentos donde ha tomado más relieve una acción de este tipo. Por otro lado, no es menos cierto que hay muchos miembros de la AMP que actúan en ámbitos sociales, universitarios, políticos, dónde esta acción reverbera de muchas maneras. Tal vez no de forma tan visible, como en los casos a los que me he referido, pero que no son menos importantes y en efecto, tienen un valor muy precioso. Por otra parte, en el marco de la AMP hay lo que se denomina el “Comité de Acción”, donde de alguna manera recogemos la lógica y la política de lo que hemos llamado la acción lacaniana.
J-A Miller ha planteado con el concepto de “acción lacaniana” un modo de marcar esta incidencia como una política no sólo de cada miembro de la escuela sino en el ámbito mismo de la AMP, como una orientación política de la AMP. Habría que estudiar bien la idea de acción, distinta por una parte del acto analítico mismo, pero que no es tampoco la acción como la que se produce en el activismo propio de un partido político, aunque tiene algo que ver también con el auge actual de los movimientos sociales que vemos en distintos lugares, especialmente en España. En la vida actual de la política española se están viendo una serie de movimientos sociales que están tomando muchas veces el relevo de lo que antes eran las acciones de los partidos políticos. El problema que se presenta es saber qué forma de representación política tomará esa acción. Es un debate muy interesante que se está produciendo actualmente en España, pero no sólo allí sino también en otros países de los distintos continentes. Con esto queremos decir que sin ser un partido político la orientación lacaniana, podemos considerar a la AMP y al Campo Freudiano una forma de acción, que llamamos acción lacaniana, que debe tener su incidencia en los ámbitos políticos y sociales con una política que es la política del síntoma. Tomamos en cuenta lo que podemos elaborar a partir de la noción de “política del síntoma”, que motivó para Lacan el hecho de que el propio psicoanálisis estuviera a la cabeza de la política, como afirmó en su texto “Lituratierra”. Se trata de la política en el sentido fuerte de la palabra, del ordenamiento de la polis, de la ciudad, de lo que es la acción en lo social y en lo cotidiano. Tenemos líneas fundamentales y acciones concretas que ya se han llevado a cabo y que deben seguir desarrollándose.
ZF. ¿Puede ampliar la expresión de Lacan en “Función y campo de la palabra...”: “Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época”?
MB. En primer lugar debemos señalar que esa frase de Lacan en “Función y Campo de la Palabra…” alude al hecho de que el analista debe estar a la altura de la subjetividad de su época. Allí la palabra “subjetividad” para Lacan, en el año 1953, ya tenía su peso específico, luego lo tendrá mucho más, posteriormente la idea de sujeto se sustituirá por la idea de “parlêtre”, de ser hablante. En todo caso se trata de estar a la altura de la subjetividad de la época, lo que resulta un imperativo ético al estilo de la fórmula freudiana: “Donde Ello era Yo debo advenir”. Allí donde está la subjetividad de la época, allí el analista debe advenir. Hay algo de esta lógica en la frase de Lacan del año 1953. Allí la subjetividad es la de la época, no en primer lugar la del analista, aunque es cierto que en el año 53, Lacan pensaba al analista como un sujeto. El analista debe saber atrapar los efectos de la subjetividad de la época y estar a la altura de ellos. No es nada simple, sin duda, porque es cierto que de entrada, pareciera que el analista estaría en una posición extraterritorial, posición que Lacan criticó en muchas oportunidades. Ni el psicoanálisis ni el analista están en una posición extraterritorial. Si consideramos la cuestión en forma inversa, yo diría que es en la privacidad de la relación transferencial analítica y en la consulta del analista, donde aparece esta subjetividad de manera clara y precisa. Esto implica que si el analista saca conclusiones de lo que es la lógica de la transferencia y del síntoma en la experiencia analítica, eso lo llevará de inmediato a tomar también una posición en la subjetividad de su época, en lo social y en lo político, en el campo de la civilización y de la cultura. La clínica y la civilización no son ni han sido nunca compartimentos estancos, la una modifica a la otra. Pensando bien los efectos del dispositivo analítico vemos de inmediato estas consecuencias en lo social. Hace muy poco en la revista "Ñ" del diario  Clarín titularon una entrevista que me hicieron "Restauración del diván social". Me pareció un título muy impactante, la frase no la había dicho yo pero se podía deducir muy bien de esa entrevista. Se refería a algo de este orden, al hecho que lo más singular y privado de la experiencia analítica en el diván analítico tiene consecuencias sociales y políticas. Hay un diván social, en efecto, aunque el analista no puede analizar a grupos de personas sí hay una subjetividad de la época. Se puede tomar a la civilización como un sujeto, Freud ya lo hizo. Si uno opera esta reversibilidad de “la subjetividad de la época”, constatando que es el sujeto mismo de la experiencia analítica, se trata de ver qué conclusiones sacamos de lo que escuchamos en la experiencia analítica para responder a ciertos momentos, a ciertos impases de la civilización, a ciertas problemáticas sociales y políticas como las que vivimos de manera distinta en cada país. En España, por ejemplo, se está viviendo un momento en el que aparecen nuevos síntomas en el ámbito social, nuevos ecos en los movimientos sociales, donde el problema de las identidades se está localizando de una nueva manera. Y digo bien, "de las identidades" en plural, porque no hay un sujeto igual a una identidad ni una sola identidad para el sujeto que llamamos precisamente “sujeto dividido”, un sujeto que escapa a la identificación que le daría la unidad. Y eso es una consecuencia de la experiencia analítica, en la que es difícil reivindicar una identidad única del sujeto en lo social sino que hay que partir de un mosaico de identidades, de identificaciones. Es un problema también en el propio marco europeo actual: cómo reconfigurar ese mosaico de identidades distintas que anidan en la subjetividad de la época.
El sujeto produce síntomas más allá de estas identidades. Las identificaciones, tal como las estudia y las descubre el psicoanálisis, son intentos de fijaciones de un sujeto del goce que se desplaza de maneras muy diversas. Ahí tenemos cosas que hay que hacer escuchar, porque el analista no es solamente aquel que está encerrado en su consulta, supuestamente fuera del ámbito social, sino el que sabe escuchar esos síntomas, los impases en lo social. Ahí el discurso analítico tiene otra voz que no es la que encontramos habitualmente en los discursos políticos. Hay en la AMP un observatorio sobre el problema de la segregación en lo social que nuestro colega italiano Maurizio Mazzotti ha puesto en marcha, y en el que está estudiando los nuevos fenómenos de segregación que encontramos en distintos ámbitos, tanto en lo político como en lo cultural.
ZF. ¿Qué puede decirme sobre los riesgos de endogamia que se pueden producir en las Escuelas?
MB. Las dos bases que Lacan tomó para sostener una Escuela, el cartel y el pase, son dos instrumentos fundamentales para romper la endogamia propia del grupo analítico, y eso en dos flancos distintos: por un lado el trabajo del grupo llamado “cartel”, que debe estar atento a los fenómenos de endogamia propios de toda comunidad. El cartel debería ser justamente una máquina de disolver los efectos endogámicos del grupo cuando trabaja en la vertiente epistémica. Y, por otra parte está el pase, que es también, lo ha sido históricamente, una especie de dispositivo que los sociólogos llaman “analizador social”, es decir, un metabolizador de la ruptura de la endogamia del grupo analítico hasta el punto que a veces ha sido la causa de crisis internas rompiendo los acuerdos tácitos que fundan esta comunidad endogámica. Porque, en realidad, la endogamia de cualquier comunidad, ya sea la analítica, la científica o cultural, reposa sobre acuerdos tácitos, sobre los consensos no discutidos ni discutibles de estos acuerdos. Todo aquello que venga a poner sobre la mesa y a discutir esos acuerdos tácitos viene a romper la endogamia. La función del analista en el ámbito de la comunidad, del grupo, es justamente el que viene a romper esos acuerdos tácitos, a ponerlos en cuestión, a interrogarlos, a hacerlos trabajar. Y este puede ser tanto el trabajo de un cartel como el de un AE (Analista de la Escuela). El AE en una Escuela debiera ser el que está "más curado" de los acuerdos tácitos de la comunidad analítica.
ZF. ¿Y en las Escuelas que carecen de AE?
MB. Hay que ver entonces cómo crear las condiciones para que los AE se produzcan. El efecto de la endogamia es propio de cada Escuela, cada una seguramente de manera distinta, pero existe en cada una de ellas. Sería extraño que no fuera así porque la inercia de todo grupo sigue ese efecto, también en esa comunidad imposible que es la comunidad analítica, esa “comunidad de los que no tienen comunidad” como decimos a veces citando a Maurice Blanchot.
ZF. ¿Qué puede decirme en relación a la lógica de la Escuela y la de los Espacios y Secciones Clínicas?
MB. Hace poco estuvimos trabajando sobre este tema en la Comunidad de Catalunya de la ELP. No es un tema nada obvio. El Campo Freudiano se ha construido en cada lugar sobre estas dos bases, sobre el Instituto del Campo Freudiano, con sus Secciones Clínicas, y con la construcción de las Escuelas que hoy configuran la AMP. A veces el propio movimiento nos oculta la lógica por la cual somos conducidos, y es un tema sobre el que siempre debemos seguir trabajando. Al respecto, tengo siempre presente un breve texto que Jacques-Alain Miller escribió hace varios años en la revista Ornicar?, en la presentación de su número 35, y que lleva el título de “La Cosa y el Campo”. Situaba allí la lógica interna, porque es también un problema lógico, entre la Causa y el Campo freudianos. Podríamos decir que presenta por una parte a la Cosa, —das Ding— vinculada a la Escuela, a la causa analítica y al objeto. Y por otra, presenta la extensión del Campo Freudiano del lado del significante y de sus efectos de significación. Así, tenemos los dispositivos de formación clínica en los Institutos del Campo Freudiano, en la extensión y significación de los distintos campos terapéuticos, pero como dispositivos que no forman propiamente analistas. No hay que olvidar que el Instituto del Campo Freudiano se plantea explícitamente como un aparato de formación clínica para practicantes de la clínica, pero deja a resguardo la formación del analista como un asunto que corresponde a la Escuela. Es importante que esto sea recordado, que se lo tenga presente siempre. En el prólogo de Ornicar? al que me refería, ya en los años 80’, J.-A. Miller explica muy bien esta cuestión que sentaba las bases de la lógica de construcción de los Institutos de formación clínica, una lógica necesaria para la formación de los analistas pero no suficiente. Un analista debe tener un conocimiento muy detallado de lo que es la clínica psicoanalítica y de su historia y de su vínculo, por ejemplo, con la clínica psiquiátrica, también de los distintos momentos de la clínica en la orientación lacaniana, desde los años 50 hasta los 70. Todo ello siguiendo lo que J.-A. Miller ha desarrollado con los inclasificables de la clínica, de las psicosis ordinarias, etc. Es un acervo clínico que debemos saber trasmitir en los espacios clínicos del Instituto del Campo Freudiano existentes en cada país. Pero la formación y la producción de un analista es especifica de la Escuela, está del lado de la relación, siempre difícil, de cada uno con la Cosa, está del lado de la causa, no del lado del significante y del saber sino de la relación éxtima de cada sujeto con la causa analítica. El arte de la política en el movimiento analítico orientado por Lacan es saber articular bien estas dos dimensiones, sin confundirlas. Y eso es tanto tarea del Instituto como de la Escuela.
ZF. En el último Congreso en Paris, en su primer discurso como presidente de la AMP, expuso las coordenadas de su trabajo y entre ellas habló de la vivacidad necesaria para la invención de nuevos centros asistenciales sin que compitan con las "multinacionales" del ramo. ¿Puede ampliar este concepto?
MB. La cuestión es poder crear instituciones de base, a pie de calle, tan a pie que deben ser finalmente independientes de las redes de salud mental establecidas, que a veces determinan demasiado esos espacios y los convierten en maquinarias que trabajan y sirven para una orientación diferente. El problema es cómo generar instituciones, fundaciones, espacios, instancias diversas, que tengan una estructura institucional pero que no intervengan con la lógica de las grandes redes. Yo llamaba a esas grandes redes "las multinacionales de la minería". Por el contrario, las instituciones que debemos crear son más bien laboratorios de trabajo, es decir, talleres de investigación clínica a "pie de calle", tal como ha sido de hecho el proyecto de los CPCT en sus orígenes. J.-A. Miller puso en marcha estos dispositivos no como el proyecto de creación de grandes dispositivos de atención social, que deberían llenar el vacío finalmente dejado por la política de salud existente en los sistemas actuales, vacío que no se llenará nunca. En la medida que el psicoanálisis se integra en esa lógica se ve devorado por esos agujeros imposibles de colmar. Es el peligro que hemos constatado en algunos momentos a partir del crecimiento de los CPCT en distintos países.
Estamos ahora en un momento de rehacer la lógica de las posibles creaciones institucionales. Sucede lo mismo en campos distintos, en el de la atención al autismo, el de la adolescencia, en el campo de la inserción social, de la psicosis, etc. Tal como dije en el discurso de presidente entrante de la AMP, se trata de pensar más en esos dispositivos como laboratorios, de trabajo en intensión, lo que necesariamente requiere de un trabajo de extensión para sostenerlos. Debemos priorizar el trabajo en intensión sobre la demanda del Otro social y los imperativos del discurso del Amo.
ZF. ¿Qué ocurre cuando las leyes de las redes difieren a las de la comunidad?
MB. Lo que hay que saber transmitir tanto a las instancias políticas como sociales es que las leyes que los analistas nos imponemos a nosotros mismos son de mayor exigencia que cualquiera de las leyes vigentes que existen para la formación de psicoterapeutas en los distintos países. Finalmente, cuando uno comienza a ver los programas y lo que exige la Escuela, la AMP, constata que las leyes que nos imponemos nosotros para la formación del analista son mucho más exigentes que cualquiera de las leyes que están funcionando en el mundo para la formación de psicoterapeutas. Sin tomar en consideración los años que lleva la formación del analista, el trabajo en la Escuela, la cantidad de horas que eso implica… No hay ninguna Universidad capaz de integrar todo eso en una licenciatura, grado o master. De este modo debemos saber transmitir que si hay alguien exigente en la formación del practicante somos nosotros, tanto en las Escuelas de la AMP como en los Institutos. Y luego debemos ver las diferencias e incompatibilidades que se presentan en algunos lugares. Aquí es donde se nos presenta la lucha de orden social y político que debemos llevar a cabo en cada caso, cuando ciertas leyes tienden a ahogar la especificidad misma del psicoanálisis. Últimamente se presentó, por ejemplo, el caso de los colegas belgas que han conseguido modificar una ley en el momento que lograron conversar con algunos políticos. Era una ley que iba a disolver al psicoanálisis en el campo heterogéneo y cada vez más confuso de las psicoterapias. Pues bien, nuestros colegas han conseguido detener esa ley explicando la exigencia analítica que nosotros ponemos en juego nada más y nada menos que en el dispositivo del pase. Lo han logrado explicando el sentido de la experiencia "High Tech" de la orientación lacaniana, que es "la clínica del pase", y han sabido trasmitirlo a políticos que no tenían ningún conocimiento sobre el tema. Les han hecho entender que, en efecto, el psicoanálisis es otra cosa. Es un buen ejemplo, notable, de lo que debemos saber transmitir en cada lugar y ocasión cuando se plantean este tipo de incompatibilidades, cuando las leyes psicoterapéuticas pueden disolver la especificidad del psicoanálisis en un magma que finalmente lleva a lo peor.
ZF. ¿Qué vigencia tiene su artículo "Las puertas de la escuela", que fue traducido al hebreo recientemente por el GIEP-NLS?
MB. Yo mismo me sorprendí un poco por esa vigencia que me señalaron, porque este breve artículo fue publicado en la revista Uno por Uno en sus inicios, durante el tiempo de la creación de lo que fue la Escuela Europea de Psicoanálisis, especialmente a partir de lo que era su gestación en España. Fue entonces cuando pudimos ver en la práctica que el cartel era un dispositivo fundamental para introducirse en la lógica y la experiencia de la Escuela, para entrar en ella. Luego fue el propio pase el que permitió un dispositivo de entrada a la Escuela. Fue entonces también cuando Jacques-Alain Miller propuso un dispositivo de entrada en la Escuela a través del pase. Y así volvemos a tener al cartel y al pase como los dos dispositivos fundamentales para romper la endogamia propia del grupo. El cartel es un dispositivo no sólo para eso una vea uno ya está en la Escuela, es también una buena manera de solicitar la entrada en la Escuela. Es, como yo decía en ese artículo, un modo de llamar “desde el interior”, es la mejor manera de entrar a ese espacio tan particular que es la Escuela siguiendo la lógica de la posición del inconsciente, tal como Lacan nos lo recuerda en su texto titulado precisamente así, "Posición del inconsciente", donde señala la paradoja del inconsciente freudiano, que se cierra cuando llegamos a su puerta. Y para entrar hay que llamar a la puerta desde el interior, hay que abrir la puerta desde el interior. Es una paradoja topológica muy interesante. El cartel está concebido de esta manera, es juna bisagra de la puerta para entrar en la Escuela llamando desde el interior, con un trabajo efectivo, epistémico, colectivo por una parte, pero donde su valor y su producto se muestra solamente en el uno por uno, es un trabajo en el que cada miembro del cartel elabora su producto particular, pero con los otros.
ZF. ¡Muchas gracias, por su tiempo, por su generosidad!
MB. ¡Gracias a usted por sus preguntas que me han hecho trabajar muy bien!